Estaba en un encrucijada, de pronto tenía dos caminos desconocidos ante ella y no sabía cuál escoger. Se sentía como cuando era pequeña y hacía esos laberintos, en los que tienes que guiar a un ratón a por su queso, pero con la diferencia de que cuando tomase el camino, si se equivocaba, no podría simplemente pasar la goma y borrar.
En ese momento se detuvo. Obligó a que todo lo que había aprendido hasta ese momento volviese de nuevo a su cabeza, refranes populares, citas célebres, consejos de la abuela...Pasaron días hasta que tomó la decisión, no le importaba, tenía tiempo. Su madre siempre le había recitado que "no hay que dejar para mañana lo que se pueda hacer hoy", con lo que no tenía asuntos pendientes y pudo dedicarse por entero a resolver su "problema". Cuando se decidió por uno de los caminos no tuvo miedo porque, aunque se equivocase, sabía que había tomado la decisión que le parecía más correcta en ese momento, pues, como sabía, la vida cambia de un segundo para otro y lo que hoy es verdad mañana puede no serlo. Avanzó segura de su decisión y pensó: "Si me equivoco no importa, habré aprendido algo y la vida, seguro, me brindará otro nuevo cruce de caminos".
"Experiencia es el nombre que damos a nuestras equivocaciones."
Oscar Wilde
Ayyyy... Alba. Hoy has sido tú la que me ha leído la mente. Ayer tomé una decisión y todavía tengo el pellizquito de no saber si me precipité.
ResponderEliminarYa está. Pa'lante. Y, como la protagonista de tu historia, veremos qué ocurre en el siguiente cruce de caminos.
Es mejor eso que quedarse quieta en el camino, ¿no?
Muchos besos. ¡Feliz estreno de diciembre!